Entre los escombros, artistas protestan por la demolición de la Ciudad de las Artes en Nayarit

Tepic, Nayarit — Una bailarina gira sobre el cemento quebrado. Lleva un tutú negro, las puntas polvorientas y el alma encendida. A su espalda, una retroexcavadora levanta los restos del anfiteatro donde alguna vez resonó la música de jóvenes nayaritas. La escena parece sacada de una coreografía trágica, pero es real…la Ciudad de las Artes está siendo demolida.

Ya han retirado ya más del 75 % del complejo cultural de ese lugar construido hace más de una década con fondos federales y estatales funcionaban escuelas de música y danza, espacios de exposición, zonas verdes y un anfiteatro al aire libre. Hoy, tras el paso de la maquinaria pesada, todo eso se desvanece entre polvo, acero y memorias culturales.

La decisión del gobierno estatal, encabezado por Miguel Ángel Navarro, de reemplazar el complejo cultural por un nuevo estadio de fútbol ha provocado una de las protestas artísticas más poderosas que se han visto en la capital nayarita. 

Entre planos y gestiones, el colectivo Frente Social por el Ambiente y Territorio Nayarit, junto con el despacho Artículo 27, presentará un recurso legal para exigir la protección del patrimonio cultural y la restitución de los espacios. Denuncian la desaparición de zonas verdes, su impacto ambiental y la afectación directa a estudiantes 

Además, han convertido la resistencia en un performance: danzan, cantan, pintan pancartas y se plantan frente a las máquinas como si el arte pudiera detenerlas.

Y quizá lo está logrando.

La protesta ha recorrido medios nacionales e internacionales, viralizando la imagen de aquella bailarina solitaria en medio de los escombros. Una imagen que interpela. Que pregunta. ¿Qué valor tiene el arte para una sociedad que lo arrasa sin consultar a nadie? ¿Qué memoria se pierde cuando se destruye un espacio que albergaba la creatividad de una generación entera?

Aunque el gobierno ha prometido reubicar a los estudiantes y trasladar 196 árboles a otros espacios públicos, las dudas persisten: no hay licitación publicada, no hay consulta vecinal, no hay licencia ambiental ni de uso de suelo visibles. Lo que sí hay es dolor, rabia y una honda sensación de agravio.

La comunidad artística ha solicitado un amparo legal para frenar la obra. Se exige transparencia, respeto al patrimonio cultural y una evaluación real del impacto social y ambiental. Porque, como afirman en sus consignas, “no es cultura vs deporte: ambos pueden convivir si hay voluntad política.”

Este no es solo un conflicto local. Es un símbolo. Un recordatorio de que, en un país donde tantas veces el arte ha salvado vidas, seguimos sin proteger los espacios que lo hacen posible.

 “Bailar entre ruinas es también resistir”, dice una de las jóvenes con voz temblorosa. Y ahí, en esa frase, vibra toda la belleza y la rabia de esta historia.