
Hasta que la dignidad se haga costumbre de y por Estela Hernández
A Estela Hernández Jiménez la conocen por su voz firme, por su mirada clara y por esa frase que resiste en pancartas y muros: “Hasta que la dignidad se haga costumbre”. La dijo en 2021, durante el acto público en que el Estado mexicano reconoció las graves violaciones cometidas por el Ejército contra su madre, Jacinta Francisco Marcial, presa injustamente en 2006 por oponerse a un operativo policial.
Pero hoy, esa misma dignidad fue pisoteada por agentes de la Policía Estatal de Querétaro. El 4 de junio, Estela, quien es miembro del Consejo Indígena de Gobierno de Mexquititlán y del Congreso Nacional Indígena (CNI), fue detenida mientras documentaba el arresto arbitrario de cuatro habitantes de Santiago Mexquititlán. La golpearon, la arrastraron del cabello, la patearon. Y la agredieron sexualmente, como respuesta por defender a su gente y ejercer su derecho.
Su liberación llegó por la presión de colectivos como el Centro Prodh, el Concejo Autónomo de su comunidad y redes de defensa que no la soltaron. El portal Somos Fuego confirmó también la liberación de las otras personas detenidas.
Estela no es solo hija del dolor de Jacinta, originaria de la comunidad hñöhñö (otomí) de Santiago Mexquititlán en el municipio de Amealco de Bonfil, Querétaro, es también una líder en sí misma. Defensora del agua, de la lengua, de los caminos. Su lucha no es aislada. Es un espejo del miedo que enfrentan cientos de mujeres indígenas que resisten la represión del poder vestido de uniforme.
La exigencia sigue en pie: justicia para Estela, sanción a los agresores y fin al hostigamiento militar y policial en territorios indígenas.