
IMSS-Bienestar absorberá institutos de salud de alta especialidad
A paso firme pero con el pulso en crisis, el gobierno de México avanza en el desmantelamiento de uno de los pilares más reconocidos del sistema de salud: los institutos nacionales de alta especialidad. Esos 13 centros médicos, orgullo científico del país y referencia continental, están siendo absorbidos por el programa IMSS-Bienestar.
La maniobra no es menor. Con esta integración, hospitales como el de Cancerología, Cardiología o Enfermedades Respiratorias, que hasta hace una década encabezaban investigaciones de vanguardia, dejarán de tener autonomía presupuestal, administrativa y técnica. Su futuro quedará sujeto a un solo eje rector, pensado inicialmente para cubrir zonas rurales.
Médicos, investigadoras y pacientes ya resienten los efectos. Denuncias por falta de pago a personal transferido a IMSS-Bienestar, reportes de insumos escasos y la saturación de servicios empiezan a emerger como síntomas del deterioro institucional.
Mientras se anuncia el modelo como un sistema “tipo Dinamarca”, lo que se impone en clínicas y hospitales de tercer nivel se parece más a un colapso silencioso: sin dinero, sin rumbo y con el riesgo de perder décadas de avance en medicina especializada.
El Instituto Nacional de Cancerología, por ejemplo, atendía más de 8 mil nuevos casos al año; ahora, la duda es si bajo el nuevo modelo podrá sostener ese ritmo. Lo mismo ocurre con cardiopatías, tratamientos oncológicos pediátricos o trasplantes complejos. Nadie sabe quién decidirá ahora cómo se distribuyen los recursos o quién será responsable si el sistema falla.
La preocupación no es solo gremial. El cierre operativo o la reconversión de estos institutos golpeará directamente a los sectores más vulnerables que requieren atención de alta complejidad. El acceso a servicios como cirugías cardiovasculares, neurocirugías o terapias especializadas para cáncer se vuelve incierto en un país donde 50% de las personas ya recurren al sector privado por falta de opciones públicas.
La transformación, aseguran expertos, debió acompañarse de garantías, reglas claras y un blindaje técnico para no diluir los estándares de calidad. Pero el gobierno prefirió centralizar. Apostó por el control. Y en esa ruta, lo que se disuelve es la esperanza de millones que alguna vez encontraron en esos institutos la diferencia entre la vida y la muerte.

Animalista con debilidad por los tacos. CM, periodista, diseñadora de textos y tejedora de sueños desde mi universo #TDAH
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